La semana pasada me encontré en un bar a un amigo que estaba deprimido. Le dije: no chingues, aún hay esperanza, el viernes sale el nuevo disco de Metallica. Se levantó, me hizo una mueca y se fue a la barra a beber solo.
Después de aparecer Death Magnetic el viernes, todos los sitios de Internet se han apresurado para criticarlo. Su opinión no me interesa. Para mí es un disco que vale la pena; se trata de uno bueno. Puede que no tenga el mismo impacto que en su momento tuvo Master of puppets (1986), impacto que se pretendía este disco tuviera... Esos eran otros tiempos, ellos eran otros. Cliff Burton incluso aún estaba vivo.
Metallica ha sido una de las bandas de metal que más influencia han tenido en la música, incluso en mi vida. La autoridad de esta banda de L.A. continúa con este álbum que es particularmente actractivo. El acopio de riffs y melodías entre Hetfield y Hammett, combinado con la brutalidad del bajo de Trujillo y la obsediante batería de Ulrich, hacen de cada pista un ejemplar genuino y fresco de un metal que oscila entre el heavy y el trash.
La crítica especializada podrá decir lo que quiera. Yo soy uno de esos tipos deleznables a los que les gustó St. Anger (2003).
4 comentarios:
Pues ya escuche el disco, está perrón, la neta lo k se opine de él me vale un enorme pito.
Creo k, después de dos escuchadas, me ha gustado más la de The day that never comes... tal vez cambie de opinión... como eso de visitar tu popularisisisisimo blog!!
Me parece que es el testimonio de los dedos de Kirk Hamett declarando que la artritis del St Anger era sólo transitoria...
Hace unos días vi el segundo video de Metallica, de este último disco, me dio mucho miedo, de verdad lo detesté!
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